VÍCTOR GONZÁLEZ
El pasado 9 de abril, la Sala But de Madrid se convirtió en una especie de cápsula temporal donde convergieron literatura, explosivos emocionales y una comunidad rendida ante su poeta moderno. Claudio Montana, en pleno auge creativo, reventó la sala con tres sold outs consecutivos, convirtiendo la velada en algo más que un concierto, una confesión colectiva, un ritual íntimo entre autor y público.

Desde el inicio, Montana dejó claro que no venía a repetir fórmulas ni a contentar oídos fáciles. El directo fue crudo y denso, pero también lleno de matices. Cada tema parecía venir acompañado de una historia, muchas de ellas salidas directamente de sus libros. En los visuales se alternaban recuerdos del rapero con libros de culto que se han convertido ya en una especie de mito entre sus seguidores más fieles, y entre canción y canción compartía anécdotas y pensamientos abriendo aún más -si cabe- su corazón al público.
Todos sabemos ya lo importante que es la producción artística para el madrileño, que paró el show para agradecer a todo su equipo, visiblemente emocionado. Aprovechó para lanzar una denuncia sobre las condiciones precarias de los trabajadores audiovisuales, arrancando una ovación unánime del público. “Sin ellos, nada de esto sería posible”, dijo con la voz firme.

Claudio prometió sorpresas y así fue, adelantó varios temas nuevos, piezas aún sin título definitivo que, según sus palabras, «terminé de escribir la misma noche de antes«. El público escuchó en primicia buena parte de lo que será su próximo LP, aunque Montana pidió paciencia, algo a lo que ya estamos más que acostumbrados con el artista.
Es inevitable notar la influencia de su reciente incorporación al colectivo Rusia IDK. En canciones como Cómo volar una cometa, la estética sonora ha virado hacia lo atmosférico, casi onírico, sin perder el filo lírico que le caracteriza. Ahora Montana nos presenta un sonido más pulido, más oscuro, pero también más abierto a la experimentación.
Y como si todo eso no fuera suficiente, tres visitas inesperadas terminaron de romper la noche: L’Haine, Diego900 y agosto aparecieron entre el humo y los vítores para sumarse a una jam improvisada en sendas colaboraciones que dejó al público gritando por más. Una especie de final alternativo para un concierto que ya era perfecto desde antes de comenzar.



CLAUDIO MONTANA EN CONCIERTO | REALIZADAS POR: VALENTINA GONZÁLEZ
Lo de Claudio Montana no es música urbana ni spoken word, ni literatura, ni performance. Es todo eso y algo más. Es una forma de estar en el mundo, una invitación a sentir sin filtros. Y quienes estuvimos allí el 9 de abril sabemos que algo especial ocurrió. Algo que no se va a repetir.

