SOFIA DIAZ-MASA
La pista se iba llenando poco a poco, sin prisa pero sin pausa, como si el público supiera que lo que se venía no requería estridencia, sino expectación. En los altavoces sonaban temas de Amy Winehouse —referencia inevitable— y algunos espectadores ya murmuraban las letras, anticipando lo que estaba por llegar. Lia Kali se ha embarcado en una gira ambiciosa, con más de veinte fechas por Europa y Sudamérica, y Madrid acogió uno de los conciertos más grandes de todo el recorrido.
Cuando las luces se apagaron y cientos de móviles se alzaron en la pista como luciérnagas dispuestas para grabar, el estadio entero supo que algo grande estaba a punto de ocurrir. La cantante apareció vestida de negro, con un corsé ajustado y una prenda azul Klein que recordaba a la portada de Kaelis, su nuevo disco. Estaba guapísima, y no solo por su estilismo, sino por la seguridad con la que pisaba el escenario. Había en ella una determinación clara, como si supiera con exactitud a qué había venido.


LIA KALI EN CONCIERTO | REALIZADAS POR: RUTH SIERRA
La barcelonesa de apenas 27 años, ha crecido entre jam sessions y salas pequeñas, donde ha forjado un estilo propio que mezcla soul, rap y R&B con una sensibilidad lírica inconfundible. Esta trayectoria se nota tan pronto como agarra el micrófono: tiene una presencia escénica y un control vocal que muchos artistas consagrados desearían tener.
La escenografía giraba en torno a ese nuevo universo simbólico que ha construido en Kaelis: cielos, maletas, escaleras… Todo hablaba del vértigo, del miedo a coger un avión y de la necesidad de volar. Cada elemento de la puesta en escena estaba estudiado al detalle, desde el movimiento de las cámaras —que ofrecían planos magníficos— hasta la disposición de los músicos o la coreografía de las bailarinas, que destacaban la presencia de la artista sin robarle protagonismo.
Resultó evidente que no habían dejado nada al azar, todo estaba en su sitio. A un lado, tres coristas cómplices y animadas acompañaban cada estribillo, mientras que al otro extremo, una sección instrumental excelente —saxofón, trompeta, trombón, violín, viola, violonchelo— dotaron al espectáculo de profundidad. Sin embargo, lo más potente no siempre estuvo en la abundancia. En los momentos más austeros, cuando solo quedaban ella y un micrófono, la emoción se abría paso sin necesidad de adornos. Su voz cruda y rota bastó para llenar el estadio entero. Una deseaba que se atreviera incluso a ir más allá, que nos regalara algún tema a capela, porque precisamente en esa sobriedad es cuando mejor se percibe la autenticidad de sus canciones. Lia es muy consciente del peso que tienen sus letras, de la gravedad de los temas que trata, quizá faltó un instante en el que ese significado profundo se percibiera con más claridad.

LIA KALI EN CONCIERTO | REALIZADAS POR: RUTH SIERRA
En el repertorio de casi 30 canciones, convivieron temas de su último trabajo —“un poco más amables consigo misma”— y otros más sufridos de su primer álbum. “Mi primer disco, Contra Todo Pronóstico, me cambió la vida lo más grande, y no podía faltar esta noche”, confesó. El público, entregado desde el primer acorde, coreó Cantaré como si la letra fuera suya y bailó Chulx sin poder evitarlo. El último beso se convirtió en una pequeña joya gracias a los instrumentos de viento y Júlia, arropada por orquesta y coro, fue uno de los temas más bonitos de la noche. Y, cómo no, también hubo sorpresas. Invitados que no solo sumaron talento, sino afecto genuino: Zatu (SFDK), FERNANDOCOSTA, Elane… Todos parecían genuinamente felices de estar allí, como si más allá del respeto profesional hubiera un cariño sincero.
Lia Kali también nos presentó a Kevin Lisbona, guitarrista y viejo amigo con el que se había recorrido las calles de Barcelona; y por supuesto, a Toni Anzis, su productor y gran compañero de viaje. “Tenéis aquí al mejor productor de España” dijo encantada. Entre ellos se percibía una complicidad y una admiración mutua que presagia muchos años más de colaboración. Pero el momento más emocionante fue cuando Lia nos descubrió a su padre a la batería. Interpretaron juntos Contra Todo Pronóstico, y él se emocionó, orgulloso, entre vítores y aplausos.
Aunque fue una noche larga, no hubo bajones ni tiempos muertos; la energía se sostuvo durante las más de dos horas que duró el espectáculo. La cantante estaba ilusionadísima de estar allí, pero también mantuvo la concentración. Supo canalizar toda la emoción y estar más presente que nadie, lo que le permitió realizar un concierto brillante, impecable. “Madrid, esto es un regalo. Os quiero lo más grande”, gritó.
Efectivamente, lo fue. Lia Kali ha nacido para estar sobre un escenario y, aunque este haya sido su primer Movistar Arena, sabemos que no será el último. Como ella misma reconoció al final del concierto, «voy a decir lo que necesite sacar y voy a seguir haciéndolo toda la vida«.

