HUGO FERNÁNDEZ
Tener el placer de plasmar mis pensamientos sobre el debut de Judeline –«Bodhiria«–significa a nivel personal muchísimo más de lo que pueda llegar a aportarme hablar sobre cualquier otro proyecto a nivel profesional.
Si hago memoria de aquellos momentos en los que mi percepción de la música pasó de ser un producto de la industria para entenderla como un bien artístico, se me vienen a la mente dos en específico: el 2 de noviembre de 2018, día en el que Rosalía publicó «El Mal Querer«, y cuando revisité la discografía de Kanye West después de entender el papel de Mike Dean en ella.
Tras esos acontecimientos, pocas veces he vuelto a experimentar momentos que, al menos bajo mi criterio, considerase trascendentales. Mis alertas saltaron de nuevo a mediados de 2023, cuando explorando entre las novedades de la semana me crucé con el videoclip de «CANIJO«. Lo que más me sorprendió por entonces fue que una muchacha de tan solo veinte años –que perfectamente podría haber sido mi amiga– era quien estaba detrás de una propuesta visual y sonora tan sólida.
Meses después llegaba “mangata”, sencillo debut del álbum firmado por Rob Bisel –responsable del éxito de los mejores álbumes de R&B de la última década, como “Mr. Morale & the big Steppers” de Kendrick Lamar o el aclamadísimo “SOS” de SZA– y entendí que mi sexto sentido estaba en lo cierto desde el principio.
Siguiendo por ese camino, llegamos a lo que para mí es el elemento que actúa como joya distintiva del proyecto: la producción. Lara (Judeline) ha sabido perfectamente de quién rodearse para reinventar la fusión de géneros folclóricos con sonidos actuales. Entre los que han trabajado en el disco, encontramos tanto figuras clave del entorno nacional como Saint Lowe (“BROWN BOY”, “BBO”), MAYO (“PO2054AZ (Vol.I)”, “Contragolpe”) o Ralphie Choo, pero también del internacional –Simon On The Moon, con créditos en proyectos de 21 Savage y Namasenda, FWDSLXSH, habitual productor de 6LACK o el ya nombrado Bisel–.
Así, Judeline nos sumerge en su camino hacia su jitanjafórico mundo, Bodhiria, en el que se proyecta en el alter ego de Angel-A para narrarnos el desarrollo de un amor que se debate entre ser (“Yo salto del cielo, le caigo / Le pego pa’ mí, me lo traigo / Yo me giro lento, le rompo / Alto como torre, Toronto”) o someterse a la voluntad divina (“Ay, undebel, como duele / Llévame tierra con él / Si no puedo protegerle / Dios hazlo tú y cuídale”).
Ya sea en ritmos de trap, subgéneros tradicionales exportados desde latinoamérica o baladas experimentales como en la que se le une Rusowsky encontramos la idiosincrasia de la artista. “Bodhiria” destaca por muchas cosas, pero principalmente por lograr con éxito el objetivo que debería tener todo primer lanzamiento discográfico de un artista: asentar su sonido. No es fácil en un mundo en el que, a priori, todo parece estar ya creado. Pese a la sencillez que aguardan las palabras, me reitero en la idea de que es admirable que Judeline haya conseguido sonar a Judeline.
El álbum, presentado en un directo de Instagram por la propia cantante el día antes de ser publicado, ya se encuentra disponible en todas las plataformas y en formato físico –CD y vinilo–. Además, vendrá acompañado con un tour que recorrerá las principales ciudades y festivales de nuestro país a partir del próximo enero.

