Las precursoras del pantalón en España

Para las mujeres, llevar pantalones también fue en su momento una conquista social. Y las mujeres obreras manchegas (más concretamente, las de Tomelloso, en Ciudad Real), sin pretenderlo, hicieron historia a finales del siglo XIX al empezar a cambiar las faldas por los pantalones en sus labores vitivinícolas.
Muchos historiadores coinciden en que este fue el primer momento en el que se logró este cambio en España, a pesar de que históricamente ha sido el medio rural el más reacio a los cambios culturales. Pero sabemos muy bien que a los cambios de usos y costumbres del pueblo van ligadas las transformaciones de la indumentaria, y eso, al final, nos guste o no, ocurre en todas partes.

Tomelloso, en esta época, necesitaba cada vez más mano de obra para su creciente industria del vino. Esto llevó a la creación de empleo para mujeres, que se desempeñó codo con codo con las mismas ocupaciones masculinas en las bodegas y alcoholeras.
Una de las tareas más destacadas fue la de perforar el suelo para abrir paso a esas nuevas bodegas. Las mujeres que contribuyeron a llevar esto a cabo se llamaron terreras. Por otro lado, las lieras se encargaban del retirado de los restos de sustancias sólidas de las tinajas. Con ello, naturalmente, apareció la necesidad de una indumentaria más cómoda para las trabajadoras, lo que supuso la asimilación de la prenda típicamente masculina en sus jornadas de trabajo.

Los pantalones se confeccionaban normalmente con pana rayada y con colores oscuros o pardos, y se llevaba también con falda o refajo recogido a la cintura. También se llevaban pañuelos para proteger el pelo durante el trabajo, y diferentes estilos de peinado (moño manchego, rodete…) que diferenciaban a las mujeres ancianas de las jóvenes.

Este momento en la Historia de la indumentaria en España coincide con el abandono progresivo del traje regional manchego. El país, y con él la región de la Mancha, empieza a moverse hacia la modernización industrial. Dejando así atrás un vestir que, según Luis de Hoyos, se había caracterizado siempre por una gran sobriedad, sencillez, austeridad y funcionalidad.

Contaría una crónica de la revista Blanco y Negro en 1896 lo siguiente: “Ofrece dicho pueblo la particularidad de ser acaso el único de España donde usan pantalones las mujeres, demostrando con esta prenda varonil que como los hombres trabajan y que con ellos alternan en las duras faenas del campo”. En efecto, en las tareas de cultivo y recolección ya estaban también presentes las mujeres hacía tiempo.

No hace falta decir que esto sembró un precedente para la asimilación total de esta prenda en el armario femenino. Además, durante estos mismos años de revolución industrial, hubo otros casos en Europa de adopción de prendas masculinas por parte de mujeres. Como las mineras de Wigan en Inglaterra, rompiendo con las reglas de la sociedad victoriana, o las working girls, que sustituyeron a los hombres en la industria y en el campo durante la I Guerra Mundial.

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